Simone
siempre ha llorado en las bodas y a pesar de toda la esencia de alegría
exprimida en sus ojos ante el compromiso de dos amantes, nunca pensó que se
casaría.
El
suyo no fue un matrimonio para complacer
a la familia, montar la casa, pagar la luna de miel o deducir impuestos en la
declaración de la renta. Su boda fue una declaración de amor: fue querer
proclamar que en ella también vivía el sentimiento madre y que era una más de
las elegidas para darle vida. Pura y simple declaración de amor y respeto al
ser querido.
Su
pareja no se lo tomó demasiado bien. El anillo en el anular derecho de Simone le
hacía desviar la mirada hacia su mano homónima para encontrarse con su anular
desnudo. Tardó mucho en comprender su necesidad de casarse a solas pero
finalmente entendió que para comprometerse con él primero tendría que ser capaz
de comprometerse con la persona a la que más ama: con ella misma.
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