Simone es una completa adicta a los placeres. Cuando le preguntan cuál es su
placer favorito, ella no sabe qué contestar. En parte porque disfruta mucho con
todos ellos y en parte porque piensa que si elige uno como favorito los otros
podrían enfadarse y hacerla disfrutar menos. Eso la entristecería mucho.
Cada
día el placer de despertarse descansada es el primero que la visita. Se queda
con ella un ratito, acurrucándola y repartiendo calorcito por todo su cuerpo mientras
que apaga el despertador y se decide a levantarse. Cuando deja la cama, el
segundo placer del día ya la está esperando en el cuarto de baño. Al entrar se
lo encuentra preparándole el baño a la temperatura justa: caliente, caliente en
invierno, y solo caliente en verano. Las
gotas de agua disfrutan mucho también recorriendo su cuerpo desde la cabeza
hasta los pies, subiendo y bajando por sus curvas, y metiéndose y saliéndose
por las diferentes cavidades que se encuentran en su deslizar. Cuando llegan al
suelo de la bañera están agotadas y algo más frías que cuando salieron de la
ducha pero muy contentas de haber hecho disfrutar tanto a su querida Simone
que, con la sensación de haber sido mimada por miles de gotitas, sale de la
bañera para no hacer esperar mucho a los siguientes placeres.
Vestida
con ropa limpia, Simone se
prepara para uno de los placeres más localizados del día: el desayuno.
Aunque sabe que todo su cuerpo disfruta de una buena y sana comida, Simone
siente que al comer el placer se localiza en la boca, concretamente en la lengua y en el gusto y
sabor de los alimentos. Por eso, por su concretismo, es uno de los placeres que
ella llama orgásmicos. La tostada crujiente entrando en su boca, el aceite
tocando su paladar, el té calentando su lengua... A veces, cuando desayuna en
una cafetería se pone colorada al pensar que alguien podría verla disfrutando tanto. En esos momentos intenta ser lo más discreta posible.
Después
de estos placeres, que son los diarios y que siempre vienen en el mismo orden,
Simone experimenta placeres diferentes según el día y las actividades que este
le depare. A veces vuelve a tener un segundo contacto con el agua a través
del olor de la lluvia o al sumergirse en la piscina y fundirse con ella.
Otras veces se centra en la respiración y en como entra el aire rozando los
orificios y llenando sus pulmones. En unos momentos se da cuenta de que está ensimismada
mirando cómo juegan los niños en el parque, y en otros tiene que limpiarse la
baba después de que su fisio le haga el masaje con la dosis exacta de amor y
presión.
Cuando
siente que lleva un rato sin que ningún placer venga a visitarla, Simone coge
el teléfono y llama a alguno de sus seres queridos. El simple hecho de oír su
voz repara esos instantes en los que no Simone no ha estado gozando de la vida.
Tras un día ajetreado de placeres y deberes, Simone regresa a casa para
encontrarse, como cada noche, con las manos de su amado dispuestas a hacerle
olvidar cada segundo del día en el que Simone no ha sentido su cuerpo vivo. Él
sabe muy bien como hacerlo, pero esa es otra historia.
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