martes, 16 de octubre de 2012

Los placeres de Simone

Simone es una completa adicta a los placeres. Cuando le preguntan cuál es su placer favorito, ella no sabe qué contestar. En parte porque disfruta mucho con todos ellos y en parte porque piensa que si elige uno como favorito los otros podrían enfadarse y hacerla disfrutar menos. Eso la entristecería mucho.   

Cada día el placer de despertarse descansada es el primero que la visita. Se queda con ella un ratito, acurrucándola y repartiendo calorcito por todo su cuerpo mientras que apaga el despertador y se decide a levantarse. Cuando deja la cama, el segundo placer del día ya la está esperando en el cuarto de baño. Al entrar se lo encuentra preparándole el baño a la temperatura justa: caliente, caliente en invierno, y solo caliente en verano.  Las gotas de agua disfrutan mucho también recorriendo su cuerpo desde la cabeza hasta los pies, subiendo y bajando por sus curvas, y metiéndose y saliéndose por las diferentes cavidades que se encuentran en su deslizar. Cuando llegan al suelo de la bañera están agotadas y algo más frías que cuando salieron de la ducha pero muy contentas de haber hecho disfrutar tanto a su querida Simone que, con la sensación de haber sido mimada por miles de gotitas, sale de la bañera para no hacer esperar mucho a los siguientes placeres.

Vestida con ropa limpia, Simone se prepara para uno de los placeres más localizados del día: el desayuno. Aunque sabe que todo su cuerpo disfruta de una buena y sana comida, Simone siente que al comer el placer se localiza en la boca,  concretamente en la lengua y en el gusto y sabor de los alimentos. Por eso, por su concretismo, es uno de los placeres que ella llama orgásmicos. La tostada crujiente entrando en su boca, el aceite tocando su paladar, el té calentando su lengua... A veces, cuando desayuna en una cafetería se pone colorada al pensar que alguien podría verla disfrutando tanto. En esos momentos intenta ser lo más discreta posible.

Después de estos placeres, que son los diarios y que siempre vienen en el mismo orden, Simone experimenta placeres diferentes según el día y las actividades que este le depare. A veces vuelve a tener un segundo contacto con el agua a través del olor de la lluvia o al sumergirse en la piscina y fundirse con ella. Otras veces se centra en la respiración y en como entra el aire rozando los orificios y llenando sus pulmones. En unos momentos se da cuenta de que está ensimismada mirando cómo juegan los niños en el parque, y en otros tiene que limpiarse la baba después de que su fisio le haga el masaje con la dosis exacta de amor y presión.

Cuando siente que lleva un rato sin que ningún placer venga a visitarla, Simone coge el teléfono y llama a alguno de sus seres queridos. El simple hecho de oír su voz repara esos instantes en los que no Simone no ha estado gozando de la vida.

Tras un día ajetreado de placeres y deberes, Simone regresa a casa para encontrarse, como cada noche, con las manos de su amado dispuestas a hacerle olvidar cada segundo del día en el que Simone no ha sentido su cuerpo vivo. Él sabe muy bien como hacerlo, pero esa es otra historia.

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